Cuando se entiende la conciencia así, desde la experiencia fundamental de captarse a sí mismo en el mundo y con los otros, teniendo que realizarse y pudiendo realizarse libremente, esa conciencia, a la vez que un no a la mera extrinsecidad de las normas, es un no a la arbitrariedad del capricho. Es el doble aspecto que subraya la Gaudium et spes: ni una coacción externa, ni un impulso ciego. Antes de preguntarme qué debo hacer, me pregunto qué puedo, qué quiero y qué debo ser. La conciencia me dice que con un determinado comportamiento me transformo, que con lo que hago “me hago a mí mismo”. Lo malo no es simplemente algo que “no debía haber hecho”, sino el haber sido lo que no debía ser y, en el fondo, lo que “mi mejor yo” no quiere ser
Juan Masiá
Posteado por: ere101 | febrero 20, 2014
La voz de la conciencia
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